39º FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA DE CANARIAS,
EL “MUNDIAL” DE LA MÚSICA CLÁSICA. Segunda parte.
Dr. Alberto Roteta Dorado.Un ejemplo concreto que demuestra la represión del régimen comunista de la extinta URSS es la censura que sufrió la “Sinfonía número 3 en si menor, op. 50, La Paz vence a la Guerra”, que fue interpretada brillantemente este sábado por la Orquesta Sinfónica de Kiev.
La Orquesta Sinfónica de Kiev, encargada de cerrar el 39º Festival Internacional de Música de Canarias. Cada concierto de esta agrupación constituye un emocionante viaje a través de diferentes estilos y épocas. Su repertorio abarca obras desde el siglo XVI hasta el presente. Santa Cruz de Tenerife. España.- El 39º Festival de Música de Canarias acaba de finalizar este sábado, 11 de febrero, en Santa Cruz de Tenerife, una de las capitales musicales del Archipiélago Canario, junto a su hermana Las Palmas de Gran Canaria. En la primera parte de este trabajo, dedicado a comentar algunos puntos de dicho evento, hice mención a los participantes para dar una idea general de la magnitud del festival, así como a dos de sus primeros conciertos: el de la Orquesta Filarmónica de la BBC, del Reino Unido y el de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, España, destacando en ambos el repertorio seleccionado para la ocasión, toda vez que se presentaron obras del siglo XX de compositores como el español
Robert Gerhard (1896-1970), de quien la primera de las agrupaciones citadas interpretó sus “Danzas de Don Quixote”, el inglés
Benjamín Britten (1913-1976), con su “Concierto para violín, op.15”, así como del francés
Maurice Ravel (1875-1937) con su “Pavana para una infanta difunta”, “La Valse” y “Bolero”; así como de los franceses
Francis Poulenc (1899-1963) con su “Concierto para dos pianos y orquesta en re menor”,
Oliver Messian (1908-1992), del que se interpretó “L’Ascension, quatre méditations symphoniques”, y del alemán
Paul Hindemith (1895-1963) con la “Sinfonía Matías El Pintor"; estas tres últimas obras a cargo de la Sinfónica de Tenerife, una de las mejores formaciones de su tipo en España.
La jornada final del evento contó también con la interpretación de obras compuestas en la primera mitad del siglo XX, exceptuando la Primera Sinfonía de Maksym Berezovsky correspondiente al siglo XVIII. Es por esto que en la segunda parte de este escrito haré referencia al concierto de clausura del festival, toda vez que guarda una estrecha relación con los ofrecidos al inicio del evento – por la presencia de partituras contemporáneas–; aunque en una tercera parte retome el tema del festival para hacer mención a los intérpretes solistas y otros aspectos. Para el cierre se escogió a la
Orquesta Sinfónica de Kiev, no solo por la calidad interpretativa de esta prestigiosa agrupación sinfónica europea, sino por
las circunstancias cruciales de esta gran nación en el presente. Las siguientes palabras tomadas del programa de este último concierto nos permiten tener una idea precisa de lo que pretendo exponer:
“En las actuales y terribles circunstancias con la guerra producida por la invasión rusa del territorio ucraniano, formaciones como la Orquesta Sinfónica de Kiev se alzan como bastiones de civilización, de dignidad colectiva frente al odio, la barbarie y el oscurantismo de un conflicto bélico y sus intolerables abusos. Y su presencia entre nosotros lanza una señal al mundo de que la música en particular, y la cultura en general, son elementos esenciales para la convivencia”.Nada de discursos, organizaciones pacifistas, pancartas y banderas, exaltados gritos de “viva Ucrania”, “abajo la guerra”, etc. No hizo falta – tampoco el lugar y el contexto de un festival de este tipo y de esta magnitud eran escenarios apropiados para expresar con palabras nuestros buenos deseos hacia el pueblo ucraniano–,
el misterio del buen arte y la sutileza del lenguaje de la música de compositores ucranianos bastaron para que este último concierto fuera un acto de apoyo total a Ucrania, y de manera particular a su extraordinaria formación sinfónica que se encuentra refugiada en Alemania.La primera de las obras interpretadas es del compositor ucraniano
Maksym Berezovsky (1745-1777), músico poco habitual en las temporadas tradicionales de concierto. Berezovsky escribió numerosas obras de música sacra para la iglesia ortodoxa, siendo
uno de los primeros compositores ucranianos en obtener gran reconocimiento en el continente europeo. Lamentablemente, buena parte de su música se ha perdido. Nacido en Hlukhiv, que entonces era la capital del cosaco Hetmanate, Berezovsky tuvo una formación muy ecléctica, y de impronta italiana, concretamente en Bolonia; también formó parte como cantante de la corte de Pedro III en San Petersburgo. En Bolonia, ciudad en la que residió seis años, alcanzó el éxito con sus creaciones, entre ellas la ópera “Il Demofoonte”.
Afortunadamente, la
“Sinfonía número 1, en do mayor” fue recuperada por el director sinfónico Steven Fox en los archivos del Vaticano en el año 2002. Esta obra del siglo XVIII, entre los años 1770-1772,
está considera como la primera sinfonía compuesta en Ucrania y como una pequeña joya del clasicismo musical de esta nación. Es una obra breve, estructurada en tres movimientos: Allegro molto, Andante y Presto, que fueron ejecutados sin pausa entre movimientos, lo que unido a su extrema brevedad le dio una connotación de obertura operática más que de una sinfonía propiamente dicha.
Las dos obras que siguieron a la sinfonía de Berezovsky
fueron escritas durante la etapa del dominio comunista de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS; aunque no tuvieron la misma suerte, como tampoco la tuvieron sus autores.
Reinhold Glière (1875-1956), ucraniano, aunque de origen germano-polaco, a diferencia de
Boris Liatoshynsky (1895-1968), no fue marginado, ni perseguido por el régimen comunista soviético.
Glière se adaptó a las exigencias de los cánones del realismo socialista impuesto por las autoridades de la cultura de los duros tiempos de la era de los soviets.
Katrin Mair Williams fue la intérprete invitada para interpretar el “Concierto para arpa, op. 74 en mi bemol mayor”. Ha actuado con orquestas como la Royal Liverpool Philarminic, Orquesta de Cadaqués, Sinfónica de Varsovia, entre otras formaciones prestigiosas del mundo.Así las cosas,
Reinhold Glière, fue presidente del Comité de Organización de la Unión de Compositores de Moscú, entre 1938 y 1948, escapando a la censura del periodo de posguerra. Recibió múltiples honores por parte del régimen soviético, entre los que se destaca la condición de Artista del Pueblo de la URSS, en 1938. Recibió tres premios Stalin –el primero en 1946 por su único Concierto para soprano coloratura y orquesta–.
Nacido en Kiev y formado entre su ciudad natal, Berlín y Moscú, se sitúa dentro de un estilo musical postromántico, algo fuera de contexto teniendo en cuenta la época de su actividad creacional bien distante del romanticismo musical como corriente artística. Es autor de numerosas óperas, ballets, conciertos y obras sinfónicas, muchas de ellas por encargos oficiales para conmemoraciones relacionadas con la política soviética.
El
“Concierto para arpa, op. 74 en mi bemol mayor” se escribió en 1938 atendiendo a una petición de la también compositora e instrumentista
Katerina Erdeli, profesora de arpa en el Conservatorio de Moscú, sitio donde se estrenó la obra. El estilo del concierto es enérgico, de enorme fluidez melódica, y rico desde el punto de vista expresivo. El primer movimiento tiene forma de sonata con el arpa muy presente acompañada por la orquesta en el tema inicial y por el clarinete en el segundo que deja paso a la cadenza ubicada antes del desarrollo que cierra la primera parte. El segundo es un Tema con variaciones, melódicamente influido por la música folclórica que, a lo largo de las seis variaciones, permite explorar a fondo las posibilidades técnicas del instrumento. La obra se cierra con un Allegro giocoso, expansivo y colorista. Para esta ocasión se contó con la presencia de la arpista de Gales
Catrin Mair Williams, solista de dicho instrumento con una brillante carrera que incluye presentaciones con prestigiosas formaciones europeas, amén de reconocimientos y participaciones en importantes festivales.
Para el final se escogió la
“Sinfonía número 3 en si menor, op. 50, La Paz vence a la Guerra”. Su autor,
Boris Liatoshynsky, fue alumno de Reinhold Glière en el conservatorio de Kiev. A diferencia de este último,
su obra fue censurada por los parte de los encargados de imponer el nuevo orden del realismo socialista dentro del arte en la desaparecida URSS. No obstante, está considerado uno de los más importantes compositores ucranianos del siglo XX y de los que sentaron las bases del modernismo y del expresionismo musical en el país. Su relación con el maestro fue duradera y se conservan más de quinientas cartas entre ellos del máximo interés musicológico. Liatoshynsky influyó sobremanera en el desarrollo musical de Ucrania e impulsó la siguiente generación de la vanguardia de Kiev con autores como Vitaly Godziatsky, Leonid Grabovsky o Valentin Sylvestrov entre otros. Autor de dos óperas, un concierto para piano, obras para coro, canciones, música de cámara, así como cinco sinfonías y poemas sinfónicos.
Luigi Gaggero, quien no solo es el director titular de dicha formación, sino percusionista y profesor de címbalo en el Conservatorio de Estrasburgo, el único profesor de este instrumento en Europa occidental.Un ejemplo concreto que demuestra la represión del régimen comunista de la extinta URSS es la censura que sufrió la “Sinfonía número 3 en si menor, op. 50, La Paz vence a la Guerra”, que fue interpretada brillantemente este sábado por la Orquesta Sinfónica de Kiev. Fue estrenada en Kiev en 1951 con un gran éxito. No obstante, a pesar de la exitosa acogida inicial, fue etiquetada por el comunismo soviético como “basura formalista que merece ser quemada”.La
“Sinfonía número 3 en si menor” fue compuesta poco después de finalizada la Segunda Guerra Mundial.
El régimen soviético percibió en su autor a “un pacifista burgués” y no al “patriota soviético” que se pretendía ofrecer como paradigma del llamado realismo socialista. Liatoshynsky tuvo que modificar el final de su obra con una nueva versión más optimista, esto es, con algo mejor visto y aceptado por los soviets de la “nueva cultura”.La tercera sinfonía no es precisamente una obra programática en sentido estricto, pero sí podemos encontrar a través de sus cuatro movimientos una idea clara de lo que el compositor trató de transmitir. En el primer movimiento se puede percibir la contraposición de dos ideas: la de la guerra, algo que logra mediante las secciones de cuerdas (tumultuosa y expresiva) y la de la paz (más lírica y popular, evocando cantos eslavos). En el segundo movimiento, Andante con moto, los espantos de la guerra estarían en primer plano: la desolación que los ejércitos llevan a la batalla. Según las notas al programa de mano: “Todas las secciones orquestales van adquiriendo un tono sombrío del que es difícil evadirse, una atmósfera desolada que ya apreciamos desde el arranque del arpa y en el que algún tema lírico en su desarrollo apenas logra emerger”. Temas violentos y enérgicos, con ritmos irregulares y música disonante, son los protagonistas antes de dejar paso a un vals que acaba de manera repentina y una marcha vigorosa. El cuarto movimiento, Allegro resoluto ma non troppo mosso, escrito en forma sonata, intenta expresar que la paz es la que vence al final a través de temas solemnes con aires de himnos.
La actuación de la
Orquesta Sinfónica de Kiev superó las expectativas de quien escribe este comentario. Se con certeza – porque lo he comprobado al escuchar en vivo a numerosas agrupaciones sinfónicas, directores y solistas de Europa del Este– que la calidad de los profesionales europeos, y de manera muy especial los de la Europa Oriental, es extraordinaria. Una impecable formación académica, unida a una tradición legendaria, hacen a los profesionales de estos países verdaderos virtuosos. La
Orquesta Sinfónica de Kiev no es la excepción. Lo ha demostrado con creces durante este reciente concierto de despedida del 39º Festival Internacional de Música de Canarias, de manera muy especial en la interpretación de la
“Sinfonía número 3 en si menor” de
Boris Liatoshynsky.La fuerza expresiva tan necesaria para lograr las pretensiones del autor se hizo patente con las destacadas intervenciones de los vientos metales (trompas, trombones y trompetas), amén de un cuerpo de percusión de elevado nivel y sensibilidad exquisita, incluido el toque de campanas hacia la apoteosis final de la obra; lo que alternó con las cadencias más mesuradas de la sección de vientos de madera, arpas y de manera general las cuerdas. Téngase presente que
la versión que se escuchó este sábado en Tenerife es la original, esto es, la que fuera censurada por los soviets durante la etapa comunista que, lamentablemente, estuvo en la larga espera hasta que Ucrania alcnzara su independencia en 1991. Esta primera versión original es que se interpreta en la actualidad.La
Orquesta Sinfónica de Kiev fue fundada hace 40 años.
Es todo un referente de la música clásica de Ucrania y de Europa. Posee un amplio repertorio que abarca obras desde el siglo XVI hasta la generación más joven de compositores actuales. Su actual director es el músico italiano
Luigi Gaggero, quien no solo es el director titular de dicha formación, sino percusionista y profesor de címbalo en el Conservatorio de Estrasburgo, el único profesor de este instrumento en Europa occidental. Antes de dedicarse a la dirección orquestal trabajó por más de 25 años como percusionista con las más importantes orquestas sinfónicas de Europa.
La obertura de la ópera “Taras Bulba”, del también compositor ucraniano
Mykola Lysenko, como bis ante el reclamo del público, y un enérgico
Himno Nacional de Ucrania cerraron por todo lo alto este 39º Festival Internacional de Música de Canarias.
Continuará